Cambio de hora de invierno y eficiencia energética

Ya estamos en octubre o, lo que es lo mismo, a final de mes tendremos que cambiar la hora para entrar en lo que se llama el horario de invierno. Y, de nuevo, volveremos a escuchar el eterno debate sobre la necesidad y conveniencia de este cambio de hora. Pero en este blog, lo que nos importa es hablar de aislamiento, eficiencia energética,… Por eso, vamos a centrarnos en el cambio de hora de invierno y la eficiencia energética.

Ya sabéis que cada último domingo de octubre los relojes se retrasan una hora, de las 03:00 a las 02:00. Esta práctica, regulada en el marco de la Unión Europea, se presenta tradicionalmente como un ahorro energético al optimizar el aprovechamiento de la luz solar y reducir el consumo eléctrico. Pero, con al ánimo práctico de este blog, nos gustaría ayudaros a contestar a la eterna y ritual pregunta de si de verdad se ahorra energía con el cambio de hora de invierno.

¿Desde cuando se produce este cambio de hora? Los inicios se remontan a principios del siglo XX, con la finalidad de maximizar el uso de la luz solar y minimizar el empleo de iluminación artificial, lo que, lógicamente, cobró fuerza durante la crisis del petróleo de los años setenta como instrumento para contener la factura energética. Hoy en día, el cambio de hora en España se aplica conforme a la Directiva 2000/84/CE de la Unión Europea, que establece un calendario común para los Estados miembros. La justificación oficial sigue vinculada al potencial ahorro de energía y a la coordinación de actividades económicas, transportes y comunicaciones en el espacio europeo.

Pero, como decimos, la pregunta es si esto sigue siendo necesario hoy en día teniendo en cuenta muchos de los cambios que ha sufrido nuestra sociedad. Por ejemplo, respecto a la iluminación, antiguamente era uno de los principales componentes del gasto energético doméstico y empresarial. Hoy, gracias a la generalización de la tecnología LED, su peso relativo en la factura es muy bajo.

Algo parecido ocurre con la climatización, ya que la calefacción en invierno y aire acondicionado en verano representan un porcentaje mucho mayor que antaño sobre el consumo total. En España, el uso de calefacción concentra entre el 40% y el 60% de la demanda energética en los hogares durante los meses fríos.

Y otro aspecto del consumo que ha cambiado mucho en los últimos años es  el referente a los electrodomésticos y dispositivos electrónicos. Su uso continuo ha diluido aún más la incidencia del ahorro derivado de una menor necesidad de iluminación artificial.

Todo ello, nos hacer ver que el cambio de hora de invierno y la eficiencia energética ya no se relacionan igual, ya que el beneficio energético de desplazar una hora las rutinas humanas respecto al sol se ha reducido considerablemente.

Quienes están a favor del cambio de hora de invierno y la eficiencia energética aducen que:

  1. Se aprovecha la luz en la franja matinal. El retraso horario permite que la salida del sol coincida con las primeras horas de actividad laboral y escolar. Se reduce así el uso de iluminación artificial en esas horas, especialmente en colegios, oficinas y transporte público.
  2. Disminuyen los picos de demanda eléctrica. Una mejor coincidencia entre el inicio de la actividad y la luz natural podría suavizar ciertos picos de demanda matinal. En teoría, esto contribuye a un sistema eléctrico más eficiente.
  3. Informes institucionales. Estudios del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) han estimado en algunos ejercicios un ahorro en torno al 0,1 % del consumo total anual, equivalente a decenas de millones de euros. Aunque pequeño, se considera un beneficio agregado.

Pero claro, también hay quienes consideran este cambio obsoleto y lo hacen con estos argumentos:

  1. Impacto limitado en el consumo total. Como hemos comentado con anterioridad,  la iluminación ya no es un factor tan importante del gasto energético, por lo que la reducción lograda mediante el cambio horario es marginal frente al peso de la climatización, mucho más importante en los hogares de  hoy en día. En invierno, la calefacción en horas de tarde oscura puede aumentar, anulando o incluso superando el ahorro en iluminación matinal.
  2. Desfase geográfico en España. España se encuentra en el huso horario UTC+1 en invierno, cuando por su posición natural correspondería al UTC. Este desajuste estructural hace que el aprovechamiento de la luz solar no sea óptimo en ninguna de las dos estaciones, lo que reduce la eficacia del sistema de cambio horario.
  3. Evidencia científica ambigua. La Comisión Europea, en su consulta pública de 2018, concluyó que el ahorro energético del cambio horario es cada vez menos relevante, especialmente en países del sur de Europa, donde el consumo de climatización pesa mucho más que el de iluminación.
  4. Costes colaterales. El oscurecimiento temprano de las tardes fomenta mayor permanencia en espacios interiores, lo que puede incrementar el consumo eléctrico en calefacción, iluminación doméstica y ocio digital. Además, algunos sectores económicos como hostelería o comercio minorista reportan pérdidas por reducción de actividad en horario vespertino.

En la actualidad, incluso hay estudios de instituciones importantes que avalan, que el cambio de hora de invierno y la eficiencia energética tienen cada vez una relación menor. Por ejemplo, el IDAE (España) destacaba en informes previos a 2015 ahorros cercanos a los 300 millones de euros anuales en electricidad. Sin embargo, estudios más recientes apuntan a un ahorro inferior a los 100 millones, equivalente a un consumo de 0,1 % del total nacional, una cifra estadísticamente poco significativa. O la propia Comisión Europea, que en 2018 reconoció que, aunque el cambio de hora tenía sentido en contextos pasados, pero que en el escenario actual de eficiencia energética y modernización tecnológica su impacto es “residual o nulo”. Y, por último, otras instituciones académicas concluyen que el ahorro depende en gran medida de la latitud. Mientras que en países del norte de Europa los beneficios son más perceptibles, en países del sur como España la diferencia es irrelevante.

Con toda esta información, ¿de verdad hay un ahorro energético con el cambio de hora de invierno? Al ser un ahorro muy reducido y poco relevante, el cambio de hora de invierno no parece ser un instrumento eficaz para la política energética actual. Su valor añadido se concentra más en la coordinación europea y en aspectos sociales (adaptación de la actividad matinal a la luz solar) que en un ahorro energético real. Por ello, el debate sobre su continuidad debería trasladarse a criterios de salud, organización social y coherencia geográfica, más que a la ilusión de un ahorro energético que, en la práctica, resulta insignificante.